lunes, 28 de noviembre de 2011

¿Que consecuencias trajo la cuestión social?



  
Estas condiciones materiales, junto con las sanitarias, a todas luces deficientes, provocaron con el tiempo graves enfermedades y epidemias infecto-contagiosas, como el tifus exantemático, la peste bubónica, el cólera, la viruela, la fiebre tifoidea, la gripe, la difteria, la tuberculosis pulmonar y otras que caracterizaron el estado de salud de la población. El estrago provocado por estas enfermedades repercutió en las tasas de mortalidad del país, tanto a nivel general como infantil.
Al problema de salubridad se sumó el del alcoholismo. Éste afectó, principalmente, a los habitantes de los barrios marginales de la ciudad y fue un factor decisivo para el relajamiento social y moral de la familia, el recrudecimiento de la delincuencia, de la criminalidad y de la prostitución.  Esta última acarreó un sinnúmero de enfermedades sociales, como la sífilis, que era contraída en los numerosos prostíbulos de la ciudad.  Los nuevos signos sociales demuestran los cambios experimentados por la sociedad nacional.
Pero no sólo estos problemas de carácter social debieron enfrentar la población que emigró del campo a la ciudad.
Frente a la vivienda, que ya con ser deficiente era una carga pesada de soportar, los nuevos habitantes urbanos (y también los antiguos) debieron sufrir el pago de elevados arriendos. Costo que era difícil de solventar por los deficientes salarios y remuneraciones de los grupos proletarios.
En el caso de la ciudad de Santiago, las más indecentes “pocilgas”, dice Alberto Edwards, "... se alquilaban mensualmente por la equivalencia de una libra esterlina y quince chelines.... lo mismo que cancelaba un obrero londinense por una casa de dos pisos, cuatro dormitorios, comedor, sala, hall de entrada, cocina, despensa y servicios higiénicos".
No cabe duda de que, antes de cancelar el alquiler de las habitaciones, las familias proletarias debían satisfacer sus necesidades alimentarias. En este aspecto, también considerado dentro de la cuestión social, repercutía fuertemente la inflación que afectaba a la economía del país.
El fenómeno de la inflación encarecía los productos alimenticios básicos e imposibilitaba a los pobladores marginales de la ciudad y, ciertamente, también a otros, para adquirir la totalidad de los productos que necesitaba su familia.
 Tal situación incidía en las dietas alimentarias y provocaba desnutrición en la población urbana infantil, ya que no podía consumir los alimentos que le permitían un normal desarrollo. Lógicamente, el problema estaba en directa relación con el valor de los productos y el poder adquisitivo del jefe de la familia, cuyo salario era insuficiente para cubrir los gastos.
El alza del costo de la vida, para una familia obrera típica, no guardó ninguna relación con los reajustes de salarios, razón por la cual la calidad de vida de ese grupo social era, prácticamente, de subsistencia.
De este modo, la cuestión social abarcó un amplio espectro de problemas. El obrero urbano y los pobladores marginales fueron los más afectados con este látigo social , pero también, debe reconocerse, que no estuvieron exentos de él los grupos medios emergentes.
Desde 1870 existían asociaciones de artesanos. Hacia 1896 se creó el Centro Social Obrero, una sociedad de carácter mutualista destinada a proporcionar asistencia a los afiliados.  Apenas un año después se creaban la Unión Socialista y el Partido Obrero, organizaciones políticas de incidencia limitada. 
Algunas de las primeras sociedades de oficio de carácter resistente se debieron a los inmigrantes que aportaban cierta experiencia organizativa y una ideología anarquista, próxima en sus denuncias y reivindicaciones al ámbito urbano de talleres y medianas empresas, en los que obreros y artesanos mantenían lazos culturales compartidos.
Los primeros grandes conflictos sociales estallaron a comienzos del siglo XX en la región central, más urbanizada.  Tuvieron su origen —como vimos— tanto en las condiciones laborales como en el continuo crecimiento del costo de la vida en medio de un imparable proceso inflacionario que desde 1890 golpeaba, sobre todo, a los más pobres.
En 1903 una huelga de los estibadores de Valparaíso culminaba con 35 muertos.  El Ejército, usado como siempre por el poder civil cuando es incapaz de controlar la situación, debió emplearse a fondo para contener los disturbios ocasionados por huelguistas y no huelguistas.  Antes de que se restableciera el orden habían sido asaltados los locales de la Sociedad Sudamericana de Vapores y otros edificios comerciales y de la prensa.
En 1905 se produjo el primer gran acto de masas en la historia del país, que concentró en Santiago a más de cincuenta mil personas en contra de la carestía generada por las medidas de protección a la ganadería nacional que habían disparado el precio de la carne; la multitud fue atacada por la policía y por bandas armadas, lo que motivó la declaración de una huelga general en respuesta.
El gobierno recurrió nuevamente al Ejército para que le calmara la situación y sólo tras tomar la ciudad logró restablecerse la calma, una semana después de haberse iniciado los incidentes.  El balance final arrojó sesenta muertos y más de trescientos heridos. 
Las huelgas hicieron su aparición en grandes sectores de la economía y el transporte a pesar de tratarse de una actividad ilegal y, por lo tanto, perseguida.
El descenso periódico en la exportación del salitre generó la paralización de la producción y desempleo obrero.
En diciembre de 1907 numerosos trabajadores salieron de los campamentos mineros y se dirigieron a Iquique para reclamar soluciones.  La ciudad les recibió con una huelga solidaria organizada por sus trabajadores, y fueron alojados en la escuela de Santa María, en donde elaboraron su pliego de peticiones que presentaron a los empresarios. Éstos se negaron a atenderlas, mientras fuerzas del Ejército, otra vez y como siempre llamadas por el gobierno civil para restaurar el orden, rodeaban el poblado de los huelguistas debiendo emplear sus armas de fuego.  Las cifras oficiales elevaron a dos mil el número de fallecidos.
Las reivindicaciones laborales fueron extendiéndose a la provincia de Tarapacá.  De las peticiones concretas se pasó a formas organizativas estables y en 1909 se fundó la Federación Obrera de Chile (FOCH), el primer sindicato nacional masivo que dio sentido de unidad a los trabajadores chilenos.  Su fuerza se concentró en el sector minero del nitrato y en el sur, pues la tradición anarquista subsistió por un tiempo entre los trabajadores de Santiago y Valparaíso.
No obstante, como otras organizaciones de la misma época, la FOCH tuvo un contenido inicial próximo al sindicalismo revolucionario, aunque pronto se orientó en un sentido socialista
En 1912 Luis Emilio Recabarren fundó el Partido Obrero Socialista y lo vinculó a la FOCH.
 Recabarren, un impresor, procedía del Partido Democrático, al que se había unido al poco tiempo de fundarse el mismo y por el que fue elegido diputado en 1906 por Antofagasta sin que pudiera tomar posesión de su acta en el Congreso por impedírselo éste.
 En 1909 se adhirió a la FOCH.  Su labor como organizador y creador de numerosos periódicos obreros le convirtieron en una figura con creciente ascendiente entre los trabajadores.  En 1919 encabezó la fracción revolucionaria de la FOCH que pasó a dirigir esta central; en 1921, cuando el sindicato sumaba treinta mil afiliados, consiguió que se sumara a la Internacional Sindical Roja.  En 1922 fundó el
Pese a la brevedad del período en que ocupó puestos de responsabilidad, la influencia de Recabarren en el movimiento obrero fue profunda y duradera.
La crisis salitrera de 1919 reavivó el clima de agitación social de los primeros años del siglo.  La explotación minera prácticamente sólo podía realizarse con la presencia del ejército, mientras que el malestar se extendió a las industrias urbanas y al sector lanero meridional, ampliamente desarrollado en los años anteriores.
 Las huelgas y manifestaciones terminaron convirtiéndose en una cuestión de orden público, a menudo de tintes dramáticos, ya que dejaban un elevado número de víctimas mortales, tal y como sucedió con la huelga lanera de Puerto Natales, en Magallanes, de febrero de 1919, que arrojó quince muertos.
 En 1921 acontecimientos similares se produjeron en el norte, cuando el cierre de oficinas dejó sin trabajo a los obreros del salitre y un choque con la policía dejó un espeluznante saldo de 73 muertos.

La llamada “cuestión social” acompañó las tres décadas de la república parlamentaria y fue haciéndose cada vez más aguda a comienzos del siglo . El avance económico y las condiciones en que éste se produjo generaron grandes desequilibraos entre la población

Entre 1920 y 1924 la mortalidad infantil se situaba en el 250 por mil y era una de las más elevadas del continente americano.  En 1910, coincidiendo con la celebración del Centenario de la Independencia, Alejandro Venegas Carus, utilizando el seudónimo de Julio Valdés Canje, publicó un libro que sacudió la conciencia de la nación y causó indignación en los medios conservadores, “Sinceridad: Chile íntimo en 1910”.  En él se exponía el abandono y la miseria en que vivía buena parte de la población mientras el poder político daba la espalda a sus problemas